Fernando Mayorga

Memoria de Domitila
Fernando Mayorga
25/03/2012   A las 06.00 ingresamos al auditorio de la universidad para dar inicio a un evento excepcional. La gente estaba impaciente porque se trataba de la primera visita pública de Eduardo Galeano a Cochabamba, y eran enormes las ganas de escuchar su voz pausada, registrar sus gestos humildes y conocer sus historias de nuestras historias latinoamericanas.
Esos hechos ocurrieron a mediados de la década de los 90’ y ese evento me viene a la memoria porque en un bar de Quito leo la noticia del fallecimiento de doña Domitila Chungara. Y recuerdo Memoria del fuego de Eduardo Galeano y el fragmento dedicado a Domitila y su lucha en 1978, titulado Cinco mujeres, donde ella dice diciendo: “El enemigo principal, ¿cuál es? ¿La dictadura militar? ¿La burguesía boliviana? ¿El imperialismo? No, compañeros. Yo quiero decirles estito: nuestro enemigo principal es el miedo. Lo tenemos dentro”.
Estito dijo Domitila en la mina de estaño de Catavi y entonces se vino a la capital con otras cuatro mujeres y una veintena de hijos. En Navidad empezaron la huelga de hambre. Nadie creyó en ellas. A más de uno le pareció un buen chiste:  —Así que cinco mujeres van a voltear la dictadura. El sacerdote Luis Espinal es el primero en sumarse.
Al rato ya son 1.500 los que hambrean en toda Bolivia. Las cinco mujeres, acostumbradas al hambre desde que nacieron, llaman al agua pollo o pavo y chuleta a la sal, y la risa las alimenta. Se multiplican mientras tanto los huelguistas de hambre, 3.000, 10 mil, hasta que son incontables los bolivianos que dejan de comer y dejan de trabajar y 23 días después del comienzo de la huelga de hambre el pueblo invade las calles y ya no hay manera de parar esto. Las cinco mujeres han volteado la dictadura militar (Eduardo Galeano, Memoria del Fuego III. El siglo del viento).
Por eso, cuando Eduardo Galeano paseaba esos días por los valles de la Llajta anotando sus recuerdos en unos cuadernos de Alasita no me extrañó que me preguntara por Domitila. Y la pregunta fue como esas frases que inventa y ya no las escribe en una servilleta, porque para eso están sus cuadernitos centimétricos que le han regalado para que el viento no borre las palabras mientras vuelan. Y le cuento que ella vive en Quillacollo y tiene a su cargo una escuela de formación sindical. Lo que no le dije es que desde ese instante empezamos a buscarla para que asista a su conferencia.
A las seis de la tarde, cuando ingresamos al auditorio le aviso a Eduardo: Ahí está ella, en la última fila, ocultando su cabeza de nuestra mirada ¿quieres que le invite a la mesa? No, me responde, ese placer será mío. Y cuando el silencio de la expectativa ahogaba la sala, Eduardo Galeano agarró el micrófono, se puso de pie y casi susurrando dijo: “Un pajarito me ha contado que aquí está mi amiga Domitila”. Y ella seguía intentando ocultar su rostro, pero no pudo aguantar la emoción cuando Galeano exclamó:
“Ven, te estamos esperando”. Se puso de pie en medio del aplauso y se acercó a la mesa para     fundirse en un cálido abrazo con su amigo uruguayo. La calidez de Eduardo   Galeano convirtió ese recinto en una fiesta y él empezó a contar sus historias de las historias y de rato en rato leía sus fragmentos de libros mirando a Domitila Chungara, sonriendo con ella como si estuvieran celebrando esa coincidencia. Hoy la recordamos con tristeza, pero ojalá alguien más le haya dado tanto cariño, tanto respeto, como lo hizo Galeano esa noche en Cochabamba.


La Razón / Fernando Mayorga 

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