Museo de la dictadura, a no perder la memoria


    Donde torturaban se inauguró el Museo

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“¡NOS están llevando al Ministerio de Gobierno!”, fueron las últimas palabras que pudo gritar Teresa Subieta mientras la subían a una camioneta junto a un compañero.


    03/10/2012   Corría 1976, año en el que Teresa, dirigente estudiantil, luchaba junto a sus compañeros en defensa de los derechos de los campesinos y obreros. Subieta aún recuerda la repetida orden que le daban: “¡confesa!, ¿quiénes son tus jefes?”, mientras le torturaban con descargas eléctricas en los senos. El 22 de agosto de 2011, en el subsuelo del Ministerio de Gobierno -precisamente donde torturaban a los disidentes durante las dictaduras- se inauguró el Museo de la Memoria Histórica. Los primeros visitantes fueron las víctimas de la violencia política que, con los ojos llorosos, caminaron por primera vez en libertad por estos estrechos pasadizos.

    Todo el que ingresa por primera vez -me incluyo- se queda sin habla. Quizás, inconscientemente, como un homenaje en silencio a los desaparecidos en aquellos días aciagos', quizás porque la carga emotiva es demasiado fuerte.

    Nadie hablaba. Todos observaban, horrorizados, las inscripciones de sangre o caladas con piedra en las paredes: nombres, fechas, calendarios o simplemente manchas de sangre quedan como testimonio de lo ocurrido en los gobiernos de René Barrientos y Hugo Banzer.

    “Nos colgaban del techo y nos lanzaban orín”, cuenta Julio Llanos, quien en esa época era dirigente sindical de Colquiri, y muestra su mano, a la que le falta un dedo, desde la anterior y obligada estadía en el subsuelo.

    En el repositorio también se muestran los llamados “roperos”, espacios de un metro cuadrado en los que se torturaba a los presos. “Podíamos escuchar gritos, pero no teníamos contacto unos con otros”, recuerda Llanos. 

    Al año de su inauguración, este museo aún no abrió sus puertas al público. Sólo un grupo de visitantes, entre familiares de los desaparecidos y torturados y periodistas, pudo dar un corto y único recorrido. 

    “Yo sentí morir. Cada interrogatorio significaba tortura y violación, pero tenía esperanza de que alguien se preocuparía por averiguar dónde estaba'”, recuerda Victoria López, otra de las tantas víctimas que recorrió el museo que ayudará a no olvidar nunca lo que la historia no debe repetir.

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