Sobre Paulovich

El riesgo de ser periodista en Bolivia
Fernando Salazar Paredes



15/04/2012   Me pregunto, con cierta irritación e impotencia, cuál habrá sido la reacción de mi amigo Alfonso Prudencio Claure ‘Paulovich’ al enterarse de que un influyente personaje de este Gobierno –y también creo de otros antes del cambio– lo amenazó con iniciarle un juicio por el contenido de una de sus columnas.




En efecto, Wálter Delgadillo, exministro de Obras Públicas, Servicios y Vivienda, ha amenazado a Paulovich con una demanda por “difamación y calumnia” si no se retracta y le pide disculpas por algo que él considera calumnioso.

En una columna titulada Miles de metemanos, con su proverbial vena humorística, Paulovich da cuenta de un imaginario diálogo entre él y su comadre Macacha en el que se menciona al señor Delgadillo que, como ministro, frustró planes de viviendas populares pese a haber contado con recursos para ello.

Resulta un despropósito que, cual Torquemada, trate de tipificar como difamación y calumnia una ficticia plática humorística que, eso sí, hay que admitirlo, refleja, en cierta medida, la percepción generalizada que se tiene de ciertos actos del Gobierno.

Los periodistas hemos sufrido los rigores de las dictaduras, la cárcel, el exilio y todo lo deleznable de mentes autoritarias que ven en la prensa y en los periodistas a potenciales enemigos de sus travesuras. Nada de ello, sin embargo, nos ha detenido en nuestra vocación de escribir con la verdad como única aliada.

Mi colega y amigo dominicano Juan Bolívar Díaz, cuando se preguntó a sí mismo qué significa ser periodista, se respondió: “Ser periodista, hoy como ayer, significa fajarse para ganarse una parte del espacio que los poderosos administran, para ofrendarlo en el altar de la búsqueda de la verdad, deshaciendo entuertos, rechazando exclusiones y tratando de recoger todas las voces del concierto social… es la coherencia en la búsqueda de toda la colectividad, aunque para ello haya que sacrificar el bienestar individual y hasta la seguridad personal y familiar”.

A lo que añadiría que ser periodista en Bolivia y escribir con la verdad a cuestas es enfrentarse a los riesgos de las amenazas en algunos casos, las agresiones en otros y, finalmente, a la intolerancia de quienes creen que el manejo de la cosa pública les otorga impunidad permanente.
Ser periodista en Bolivia es no pensar en salvar el pellejo, sino en luchar decididamente por el noble, y a la vez difícil, propósito de que el ciudadano común sepa toda la verdad.

Ahora, con cierta afinidad con las dictaduras, también se intimida a los periodistas mediante la vía judicial, es decir, con una nueva forma de amedrentamiento.

Paulovich sabe muy bien que esta no es la primera vez, ni será la última, que se trata de acallar la voz de los periodistas y continuará con sus reflexivas columnas que, con un tinte jocoso y bromista, nos ayudan a sobrellevar la afligida realidad que nos ha tocado vivir. En un país tan acartonado, el humor resulta un bálsamo que equilibra las noticias siniestras que inundan las páginas de los diarios.

Este episodio revela, una vez más, sin embargo, que está en juego la libertad de expresión, pilar básico de la democracia. Ergo, está en juego la democracia. La democracia fue conquistada con sangre, sudor y lágrimas hace 30 años de manos de personajes que hacían gala del autoritarismo, en la teoría y en la práctica.

El pueblo tiene memoria. No permitirá que se retorne a épocas pretéritas en las que se restringían abiertamente las libertades ciudadanas, incluyendo la libertad de expresión. El poder es efímero y por más esfuerzos que se hagan, la libertad de expresión perdurará en el imaginario popular como el instrumento esencial para saber lo que pasa y, solo así, poder participar en el proceso de toma de decisiones que afectan al conjunto de la sociedad.

Porque, al final de cuentas, y para dejar bien sentado el concepto, la libertad de expresión supone que todos los individuos tienen derecho a expresarse sin ser molestados a causa de sus opiniones.

* Abogado e internacionalista

eco

eco
total