Un boliviano hace réplicas exactas de embarcaciones

Ramiro Llanos en San Pablo hace 48 años
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Construye navíos históricos y piratas. Tiene 14 ejemplares a los que dedicó mucho esfuerzo y atención a todos los detalles.



    29/10/2012   Hay dos cosas de las que Ramiro Llanos Badani jamás podrá desprenderse. La primera es un irrenunciable y marcado carisma y, la segunda, una pasión a la que se dedicó los últimos 18 años: los navíos de madera.Viento en popa en su labor, este boliviano elabora réplicas exactas de veleros que tuvieron sus épocas de oro en siglos pasados y que responden a su innegable amor por el mar.

    Bastaron tres meses para aprender la técnica y mucha dedicación para perfeccionar su trabajo, en definitiva, pulcro en su acabado y minucioso en su construcción.

    Para Llanos, odontólogo de profesión, este pasatiempo es una forma de transportarse a los lugares más ignotos por donde navegaron estas naves, a las que considera “unas maravillosas obras de arte”.

    Su trabajo se distingue por tratarse de piezas elaboradas a mano. Si bien hay fábricas que ofrecen partes del navío para armarlas, como un rompecabezas tridimensional, Llanos prefiere modelar la madera y cortar los retazos de tela y así evoca los astilleros del pasado.

    Después de los cursos que tomó en San Pablo, Brasil -donde reside hace 48 años-, enriqueció sus conocimientos con libros y revistas especializadas de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia y España, entre otros.

    Esto le permitió perfeccionar su técnica que enriquece, además, con su carácter detallista. “Cuando percibo que una parte del velero está fuera de escala, la dejo de lado y construyo otra. Tal vez nadie notará el error, pero sé que todas las veces que lo mire me va a molestar”, afirma.

    En su “atelier de modelismo naval pirata”, como llama a su espacio de trabajo, puede pasar hasta cinco horas continuas escuchando música clásica mientras construye los navíos, sin prisa ni distracciones.

    Los veleros de 40 centímetros los elabora en un año, mientras que los de 130 centímetros pueden llevarle hasta dos o tres, según el tiempo que dedique.

    En su casa guarda como reliquias 14 embarcaciones terminadas, a las que se suman dos en proceso de elaboración: el famoso HMS Victory, que perteneció a la escuadra inglesa durante la batalla de Trafalgar, y el Américo Vespucci, un navío de la Escuela Marina Italiana.

    “Construyo como lo hacían en aquel tiempo. Para curvar las maderas, por ejemplo, las remojo en agua y después utilizo el calor para doblegarlas”, explica.

    Generalmente utiliza mara, nogal, caoba, cedro y marfil, especies difíciles de conseguir, pero que son valoradas por su dureza y calidad.

    Para los cabos, o sogas, prefiere el hilo de algodón, porque en aquella época sólo empleaban este material, y el cáñamo, por su resistencia.

    También echa mano de materiales e instrumentos odontológicos, como acrílicos y pinzas, para simular minuciosos detalles que sólo se aprecian si se agudiza la vista.

    Salvavidas, cascos, mástiles, cubiertas, cañones, remos, anclas, ventanas, camarotes, ruedas de cavillas, velas, escudos' no pasa por alto ningún elemento.

    Barcos en alta mar

    Sumergido en las aguas de la náutica, este artista también indaga sobre la historia y las características de los veleros que construye; y las relata como si en verdad hubiera vivido en esa época.

    El galeón San Felipe - relata- fue construido en 1693 en la baja Cataluña, Costa Brava. Se dice que en 1736 formó parte de la escuadra española de 12 navíos que combatieron contra 24 buques ingleses.

    “Aunque los españoles salieron victoriosos, este enorme velero fue capturado por el navío inglés HMS Revenge; pero por su precario estado, el San Felipe se hundió con sus muertos y heridos”, comenta con precisión histórica.

    Ramiro Llanos conserva cada uno de sus veleros con el mismo recelo que el capitán Cosme Damián Churruca, quien durante la batalla de Trafalgar dijo: “si algún día sabeís que perdí mi navío podeís decir que estoy muerto”.

    Aunque sus trabajos están valorados entre 10.000 y 15.000 dólares, este artista no piensa en venderlos, porque “sería como entregar a un hijo”.

    No obstante, considera la posibilidad de realizar una exposición en Brasil con el patrocinio del consulado boliviano. Para entonces le gustaría construir el barco Huáscar, que sirvió en la Guerra del Pacífico, por el vínculo que conserva con su tierra natal.

    Entre tanto, y con la mirada fija en el horizonte, continúa su viaje sobre aguas que le permiten conectarse con un mundo épico al que mantiene vigente con cada una de sus embarcaciones.

    Modelismo naval, una cuestión de pasión

    “Para ser modelista naval, además de tener habilidades manuales y paciencia, se necesita mucha pasión”, asegura Florencio Mayta, profesor de modelismo en la Escuela Naval Militar.

    En el país son contadas las escuelas de modelismo naval, en comparación con las de aeromodelismo, por falta de personas aficionadas a este arte.

    En opinión de Mayta, esto se debe a que, como el país no tiene salida al mar, “las personas no se sienten relacionadas con la vida marítima y no conocen ni se interesan por los navíos”.

    Lejos de este detalle, es un trabajo moroso y costoso que, al momento de venderlo, no es valorado por las personas.

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